La sinodalidad es un camino de discernimiento en común, a la escucha del Espíritu. Es una llamada a la conversión personal, comunitaria y eclesial. También es un camino de conversión espiritual y pastoral.
Por ello, la sinodalidad supone y exige actitudes espirituales para su puesta en práctica, que podría resumirse en una espiritualidad del «nosotros eclesial» que tiene como objetivo la construcción de un pueblo, una comunidad eclesial fraterna y misionera al servicio del bien común de la sociedad.
Podemos decir que la sinodalidad implica un proceso de conversión en el arte del discernimiento con el fin de caminar juntos en la Iglesia. Para hacer posible este caminar juntos llenos del Espíritu, la sinodalidad debe implementar una práctica de discernimiento en conjunto que nos una como pueblo de Dios y apunte a la comunión misionera.
Del ‘yo’ al ‘nosotros’
Se podría decir que la sinodalidad nos ayuda a pasar del «yo» al «nosotros». Pero un «nosotros» que integra a todos los «yo», en singular, a partir de un proceso inclusivo. Es un «nosotros» en el que cada «yo» es un actor.
La sinodalidad significa, pues, redescubrir la prioridad del «nosotros» eclesial para servir al bien común, tomando conciencia que las tareas y las responsabilidades se dividen y se comparten en función del bien común.
En fin, la sinodalidad es el arte de una Iglesia que se deja renovar para ser cada vez más una Iglesia relacional, inclusiva, dialogante y generadora, es decir, una Iglesia emergente que renace constantemente con y por quienes la mantienen viva.
Escrito por Nathalie Becquart (Francia). Religiosa. Subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos y miembro de la Congregación de Xavières