Mons. Miguel Cabrejos: «La Asamblea Eclesial es un proceso pionero e innovador que aporta al Sínodo»

«La primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, el apoyo en la creación y puesta en marcha de la Conferencia Eclesial de la Amazonía y la participación activa y descentralizada en el proceso del Sínodo de la Sinodalidad; constituyen tres procesos innovadores vinculados estrechamente con la sinodalidad que ha impulsado el Celam”.

Se trata de un fragmento de la reflexión titulada «Desafíos y perspectivas para una Iglesia en Salida» presentada por Mons. Miguel Cabrejos con ocasión del Segundo Aniversario de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.

Un aporte al Sínodo

Citando como contexto el proceso de renovación y reestructuración del Celam que lideró durante los últimos cuatro años, el obispo peruano asegura que estos procesos se insertan en una trayectoria de maduración magisterial y pastoral que la Iglesia continental inició con las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, previas a la V Conferencia General de Aparecida y el Sínodo Especial para la Amazonía de 2019.

Al respecto, el prelado destaca que «la primera Asamblea Eclesial se abrió a la nueva frontera misionera digital y promovió la participación de los fieles en todos los niveles,” presentando 41 desafíos y más de 200 propuestas pastorales que se pueden leer en el texto “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias». Contribuciones que posteriormente el continente Latinoamericano y Caribeño, hizo al Sínodo de la Sinodalidad en donde se constata la existencia de «una profunda articulación entre los documentos de síntesis de cada uno, (Asamblea Eclesial, Asambleas Regionales, Documento Síntesis de la Fase continental) lo que pone de manifiesto una interrelación enriquecedora”.

Mons. Cabrejos define la primera Asamblea Eclesial como “un proceso sinodal, pionero e innovador que marcó un estilo y un método que posteriormente fue asumido por el Sínodo de la Sinodalidad. Dentro de sus características comunes, está el gran proceso de escucha al Pueblo de Dios que contó con la participación de representantes de todas las vocaciones e invitados de las periferias sociales y existenciales».

Una Iglesia renovada

Analizando su propia experiencia en la primera sesión de la Asamblea del Sínodo efectuada en octubre; el expresidente del Celam indica que la agenda propuesta siempre estuvo orientada hacia el discernimiento eclesial, por lo que planteó temas y procesos diversos que no eran ajenos a los representantes de la Iglesia de América Latina y el Caribe, porque «muchas de esas temáticas ya habían sido planteadas en la Primera Asamblea Eclesial».

Temas como la necesidad de avanzar en la sana descentralización frente a la toma de decisiones en la Iglesia, la búsqueda de formas para ofrecer justicia y reparación a las víctimas de abusos, garantizando la no repetición. Detenerse a pensar en las acciones que deben motivar el diálogo y la participación de otras comunidades de fe en los procesos sinodales, hicieron parte de la lista.

Igualmente, aparecieron prioridades como el llamado a fortalecer el vínculo entre liturgia y vida cotidiana, pensando en asumir el reto de la inculturalidad. Analizar lo referente a los espacios que deben abrirse para las mujeres en la toma de decisiones, los lugares de responsabilidad y el ejercicio de la ministerialidad; se agregan a esos tópicos que resonaron en el Sínodo de la Sinodalidad pero que ya habían sido materia de análisis y discernimiento en la Asamblea Eclesial. Esto en palabras de Mons. Miguel Cabrejos ratifica que “América Latina está empeñada en seguir su camino hacia una Iglesia renovada, acogedora y samaritana”.

Desafíos pastorales

Abordar las implicaciones de cada tema, supone comprender que nos hallamos ante un desafío al que será necesario responder desde lo pastoral. ¿Cómo hacer que la Iglesia católica recupere su vocación profética y su capacidad de amplia convocatoria? ¿Cómo involucrar más a los laicos y laicas en la Iglesia, a los y las jóvenes frente al desafío de la fraternidad, el cuidado de la Creación y la amistad social, superando la autorreferencialidad?

Cuestiones que plantea el también presidente de la Conferencia Episcopal peruana aclarando que «podemos afirmar que la experiencia de la Primera Asamblea Eclesial y el Sínodo sobre la sinodalidad, nos muestran que si es posible transitar y avanzar por los caminos de la eclesialidad, la comunión, la sinodalidad y la corresponsabilidad para una Iglesia que necesita renovarse,” como lo señala Evangelii Gaudium.

Una circunstancia ante la cual el prelado invita a retomar el análisis profundo del nuevo marco antropológico y cultural que debemos tener presente en la labor evangelizadora, porque en su opinión, esto puede ayudar a que la Iglesia retome su protagonismo en alianza con los movimientos populares y la sociedad civil. «Necesitamos una Iglesia más unida y solidaria, que asuma los nuevos desafíos que nos plantean los signos de los tiempos en nuestra querida patria grande y en perspectiva global».

Enfocados en la misión

Para el obispo, nos hallamos ante una oportunidad en la que es posible recoger las «buenas prácticas» ya sean eclesiales o sinodales que ocurren en ‘las bases’ y ciertamente fomentan la fraternidad en esos espacios comunitarios en tanto anuncian el Evangelio e inspiran la acción de otros.

Si pensamos en el tiempo que nos separa de la Segunda Asamblea del Sínodo, estamos ante lo que Mons. Cabrejos aduce es «una brillante oportunidad para evidenciar la comunión, la eclesialidad, la creatividad de la caridad y la solidaridad desde la acción fraterna y el compromiso con los más pobres y sus iniciativas, con la Casa Común». Esto necesariamente pasará por la escucha y el establecer una mayor comunión y participación enfocada en la misión.

«Confiamos plenamente que el Espíritu del Señor seguirá guiando a su Iglesia con Pedro y bajo Pedro,” concluye Mons. Cabrejos, recordando la importancia de la escucha, el espíritu de fraternidad, cercanía y amistad que caracterizó a la primera Asamblea del Sínodo y que América Latina y el Caribe ya había experimentado dos años atrás, cuando fuimos testigos de la transición de lo episcopal a lo eclesial, un camino sin marcha atrás.