De la Asamblea Eclesial a la Sinodalidad

Vivimos el ahora de Dios, la renovada actuación de una Iglesia que ha querido emprender nuevos horizontes con la siempre inspiradora presencia de la Rúaj.

Hoy más que nunca, el camino toma sentido, cuando descubrimos (mientras transitamos), su aroma, los movimientos de los árboles, el cantar de las aves, el susurro del viento y de frente, perfilamos el horizonte.  Desde mi sentipensar, así quiero manifestar lo que ha significado este paso y relación de nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña, entre la Primera Asamblea Eclesial y la Sinodalidad.  Todo un proceso de encuentros, acogidas, diálogos, escucha, que, como el caminante, se asombra por la novedad que descubre a cada paso, con la utopía de poder palpar el horizonte.

Y es que, precisamente, desde la opción preferencia del CELAM al considerar la invitación del Papa Francisco en asumir una Asamblea Eclesial y no una Conferencia Episcopal, nuestro horizonte se ha ido dibujando con la claridad de la Sinodalidad, que nos sigue conduciendo a descubrir nuevos brillos de renovada eclesialidad.

Continuando nuestro caminar, y con la luz Sinodal, el proceso nos ha llevado a profundizar en varios aspectos:

  1. Discernimiento profundo de la llamada a una Conversión Pastoral.
  2. Una mayor comprensión de la categoría eclesiológica de PUEBLO DE DIOS.
  3. Darnos cuenta de las implicaciones de la CO-RESPONSABILIDAD en la misión.
  4. La creación del CONCENSO, como elemento esencial de la sana participación.
  5. Esto nos ha de llevar a la TOMA DE DECISIONES de manera fraterna entre todos.
  6. El hecho de la comprensión de la AUTORIDAD y en este sentido el tema de la GOBERNANZA EN LA IGLESIA, así como la RENDICIÓN DE CUENTAS.
  7. Obviamente y sin dejar de lado el tema del LIDERAZGO. Puesto que, hacia esto tendemos en una apertura a una mayor participación adulta, madura y confiada.

Depositamos nuestra renovación pastoral, bajo la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe., para que “juntos, sigamos sintonizados en el único corazón de la Iglesia, que es el amor”.


Por Hno. Lesberth Dimas Borge (FSC)