Los aportes ya venían gestándose. El magisterio latinoamericano, ya desde Puebla, incluye la preocupación por el desequilibrio ecológico y sus consecuencias en las generaciones futuras.
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Santo Domingo incorpora la responsabilidad de los cristianos en relación a los modelos de desarrollo, la interdependencia de los ecosistemas, llama a vivir con sobriedad y valorar la sabiduría de los pueblos originarios en el cuidado de su entorno y nos propone “cultivar una espiritualidad, capaz de explicitar la nueva relación establecida por el misterio de la Encarnación, por la cual Cristo asumió todo lo creado”.
Agrega el concepto de “Ecología humana”, nos invita a profundizar los mensajes papales en las jornadas mundiales por la paz, que en particular, la de 1990, manifiesta “Es injusto que pocos privilegiados sigan acumulando bienes superfluos, despilfarrando los recursos disponibles, cuando una gran multitud de personas vive en condiciones de miseria, en el más bajo nivel de supervivencia”.
“No se logrará justo equilibrio ecológico si no se afrontan directamente las formas estructurales de pobreza existentes en el mundo”.
Termina resaltando: “Los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador forman parte de su fe“.
Sostenibles, conectados y convertidos
Esta relectura actualizada de Aparecida que nos propone Francisco es un signo de Esperanza ya que “Laudato si” es una respuesta a ese llamado que hace la iglesia sobre el cuidado de la creación.
Aparecida nos hace tomar conciencia que la devastación de la Amazonía, no sólo implica territorio sino culturas, etnias y una enorme riqueza en esa diversidad.
Refuerza la invitación a “Buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario”, que incluya la “responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamente en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista”.
Laudato Si’ nos alerta, que:
“no basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual”… “Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo. La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria”.
Por eso Enraizados en la Fe, que nos inspira a vivir Laudato Si hoy más que nunca, hemos de renovar el compromiso de discípulos misioneros, de tomar conciencia que solo el cambio de nuestros estilos de vida y consumo, la práctica de la austeridad fundamentada en una profunda espiritualidad ha de convertirnos, en clave de la ecología integral, para encarnar la sinodalidad, este camino compartido, con la alegría que nos impulsa a profundizar nuestra relación con Dios, con nuestros hermanos y nuestra casa común cantando y contagiando esperanza para que “en Jesucristo, nuestros pueblos tengan vida”.
Escrito por Roxana Esqueff (Uruguay). Laica. Integrante del Consejo Mundial de Miembros del Movimiento Católico Mundial por el Clima