La Sinodalidad desde tres claves de los Ejercicios Espirituales Ignacianos

Hay tres modos propios de la espiritualidad Ignaciana para comprender la Sinodalidad en la Iglesia. El primero es el Principio y Fundamento. Somos creados y creadas con un para qué, somos fruto del amor primigenio de Dios y no el resultado de un acto de voluntad autónomo.

El propósito mayor de la Sinodalidad no es una mejor eficacia o institucionalidad en los procedimientos o métodos de nuestro ser Iglesia, ni tampoco la mayor democracia en los caminos de la sociedad, sino siempre, y por encima de todo, cumplir la voluntad de Dios. Se nos invita a relacionarnos entre nosotros y con lo creado, sinodalmente, para cumplir esa vocación.

Encarnación y Amor

El segundo modo es la contemplación de la Encarnación. El ejercicio sinodal de la Trinidad como proceso comunitario en el Ver-escuchar la realidad comprendiendo toda su diversidad y multiculturalidad; discernir el llamado (considerar cómo mira la Trinidad) y actuar en el dinamismo de la Encarnación para redimir-transformar la realidad haciéndose uno con nosotros-as, abrazando la realidad concreta de las periferias.

Finalmente la contemplación para alcanzar Amor. Es el modo en que se concreta el camino sinodal. Se trata de un acto originado en y para el amor, y ello implica salir de sí mismo. Dar y recibir, comunicar, transparentar lo que se es y lo que no (lo que se tiene y lo que no). Para sabernos invitados a ser co-creadores, y contemplativos en la acción en clave de reciprocidad con Dios y con los otros-as, para la Mayor Gloria de Dios y para en Todo Amar y Servir en coherencia con este modo Sinodal hacia el Reino.


Escrito por  Mauricio López (México). Secretario interino de la CEAMA y secretario interino del Centro de Acción Pastoral y Redes del CELAM. Coordinador del Comité de Escucha.