El Espíritu Santo está moviendo a nuestra Iglesia a dar pasos importantes para que todos nos sintamos en los regazos de una madre amorosa y donde nadie está excluido porque todos caminamos juntos. La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe ha sido uno de estos pasos y el Sínodo de la sinodalidad es otro, aunque ambos se cruzan en el mismo objetivo: tener una Iglesia más sinodal.
Yo agradezco a Dios la oportunidad de haber participado de ambos procesos. Estuve en la comisión nacional de animación de Asamblea Eclesial en Costa Rica; por gracia de Dios pude acompañar a los asambleístas de forma presencial en México y estoy ahora apoyando la comisión nacional para la sinodalidad en mi país.
Luego de haber estado en ambos procesos de escucha me doy cuenta de que Dios nos está pidiendo renacer en el Espíritu, para poder ver con ojos nuevos, encontrar al hermano, escuchar con el corazón, discernir y tomar decisiones como Iglesia jerárquica.
Mucho se ha dicho de que es necesaria la espiritualidad para que haya sinodalidad. Si partimos de la base de que se necesita conversión personal y pastoral para el trabajo sinodal, hablamos también de que es necesaria la humildad para poder disponernos a un diálogo sincero, donde nos escuchemos entre todos para que podamos discernir lo que nos pide el Espíritu Santo.
La Asamblea Eclesial en sus desafíos se une a las síntesis que hemos presentado para el sínodo, porque ambos procesos tienen una misma raíz que es seguir avanzando juntos como Iglesia, escuchando la voz de todos y especialmente de las periferias. Es importante no quedarse en pensamientos pesimistas, sino creer que juntos con la ayuda de Dios podemos mejorar. Termino con las palabras de San Juan XXIII: “Es necesario pensar en grande y volar alto y lejos”.
Msc. Lisandra Chaves, Secretaria Ejecutiva de Comunicación CECOR