Por Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte OFM. Arzobispo Metropolitano de Trujillo. Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana
Al conmemorar el Segundo Aniversario del Encuentro de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, permítanme compartir esta reflexión, a fin de hacer memoria de su aporte al proceso sinodal que estamos viviendo.
Antecedentes importantes a tener en cuenta
El proceso de renovación y reestructuración del CELAM permitió reflexionar y avanzar en espíritu de comunión, colegialidad, eclesialidad y sinodalidad, retomando la visión y misión evangelizadora de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña a la luz de los nuevos signos de los tiempos.
Desde el Sínodo de la Amazonía (2019), se plantearon nuevos desafíos para una conversión integral, es decir, conversión ecológica, cultural, pastoral y sinodal; así como la necesidad de la inculturación de la liturgia (Cfr QA 81-84), de la ministerialidad (Cfr. QA 85-90) y la convivencia ecuménica e interreligiosa (Cfr QA.106-110).
Es así que el CELAM, luego del Acontecimiento de Aparecida (2007), promueve tres procesos innovadores vinculados estrechamente con la sinodalidad: (1) el proceso de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, (2) el apoyo a la creación y funcionamiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), y (3) la participación activa y descentralizada en el proceso del Sínodo de la Sinodalidad en el Continente, inspirado en la rica experiencia de la Escucha y la participación de representantes de todo el Pueblo de Dios y de modo especial de las periferias geográficas, sociales, culturales y existenciales.
Estos procesos se enmarcan en toda una trayectoria de maduración magisterial y pastoral de la Iglesia en América Latina y El Caribe que se expresa en las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, previas a la Conferencia General de Aparecida.
La Primera Asamblea Eclesial, un proceso sinodal, pionero e innovador en la Iglesia
La Primera Asamblea Eclesial promovida por el Santo Padre Francisco, cuyo encuentro presencial y virtual se realizó en noviembre de 2021, permitió poner en evidencia las prioridades de la agenda pendiente, vigente desde el Acontecimiento de Aparecida y que se ha enriquecido con los procesos posteriores; así mismo, mediante la escucha y el discernimiento, esboza propuestas para encaminarse hacia acciones evangelizadoras creativas en sinodalidad a todo nivel.
Además, en plena pandemia, la realización de la Primera Asamblea Eclesial se abrió a la nueva frontera misionera digital, que promovió la participación de los fieles en todos los niveles. Así mismo, la Asamblea Eclesial propone 41 desafíos y más de 200 propuestas pastorales que son recogidos en el documento “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias”.
Los aportes del Continente Latinoamericano y Caribeño al Sínodo Universal de la Sinodalidad se plasman en el respectivo Documento de síntesis continental de América Latina y El Caribe. En los procesos de la Asamblea Eclesial y el de la Consulta Continental del Sínodo sobre la Sinodalidad, constatamos que hay una profunda articulación entre los respectivos documentos de síntesis de cada uno, que ponen de manifiesto que hay una enriquecedora inter-relación.
La Primera Asamblea eclesial es en sí un proceso sinodal pionero e innovador que marcó un estilo y un método que posteriormente es asumido por el Sínodo de la Sinodalidad y que se expresó en el gran proceso de Escucha al Pueblo de Dios, con la participación de representantes de todas las vocaciones (Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, laicas) y también invitados de las periferias sociales y existenciales.
La Agenda que nos propone el Sínodo de la Sinodalidad, para el discernimiento eclesial
La primera Asamblea del Sínodo sobre la sinodalidad (octubre de 2023) nos plantea temas y procesos sobre los que tenemos que reflexionar y plantear propuestas conjuntamente: (1) ¿cómo avanzar en una sana descentralización en la toma de decisiones en la Iglesia?, (2) ¿cómo la iglesia puede ser verdaderamente acogedora con quienes se sienten excluidos de ella?, (3) ¿cómo puede ofrecer la Iglesia justicia y reparación a las víctimas de los abusos y prevenir que no se repitan?, (4) ¿cómo motivar el diálogo y participación de otras comunidades de fe en los procesos sinodales?, (5) ¿cómo hacer más evidente el vínculo entre liturgia y vida cotidiana y promover liturgias que asuman el reto de la interculturalidad, (6) ¿cómo promover una ministerialidad más diversificada en las comunidades cristianas?, (7) ¿qué espacios deben abrirse para las mujeres en los procesos de toma de decisiones, en los lugares de responsabilidad y de ministerialidad?, (8) ¿cómo pueden contribuir la teología, la espiritualidad, la disciplina del derecho canónico y la formación a superar una visión del ministerio ordenado sacralizado y basado en el poder? (9) ¿cómo repensar el ministerio del obispo en una perspectiva sinodal misionera, promotora de la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios ejercida a través de la consulta, la colaboración y la participación en los procesos de toma de decisiones?; (10) ¿cómo profundizar en el necesario compromiso por la justicia, la paz y la integridad de la Creación?
Queridos hermanos y hermanas, podemos constatar que muchas de estas temáticas ya fueron planteadas en la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Hacia una Iglesia renovada, acogedora y samaritana
Ante estos desafíos, ¿cómo debemos responder pastoralmente?, ¿cómo hacer que la Iglesia católica recupere su vocación profética y su capacidad de amplia convocatoria? ¿Cómo involucrar más a los laicos y laicas en la Iglesia, a los y las jóvenes frente al desafío de la fraternidad, del cuidado de la Creación y la amistad social, superando la autorreferencialidad?
Podemos afirmar que la experiencia de los procesos de la Primera Asamblea Eclesial y del Sínodo sobre la Sinodalidad nos muestran que sí es posible transitar y avanzar por los caminos de la eclesialidad, de la comunión, de la sinodalidad y de la co-responsabilidad para una Iglesia que necesita renovarse permanentemente y pueda anunciar el evangelio en palabras y hechos con gratitud y gozo (Cfr Evangelii Gaudium).
Para ello es necesario retomar el análisis profundo del nuevo marco antropológico y cultural que debemos tener presente en la labor evangelizadora y que la Iglesia también retome su protagonismo en alianza con los movimientos sociales y la sociedad civil. Necesitamos una Iglesia más unida y solidaria, que asuma los nuevos desafíos que nos plantean los signos de los tiempos en nuestra querida patria grande y en perspectiva global.
Tenemos la oportunidad de recoger las experiencias de «buenas prácticas» eclesiales y sinodales “desde las bases” que fomenten la fraternidad en el espacio comunitario, ya que dar a conocer las buenas prácticas es un modo significativo de anunciar el evangelio para que se multipliquen e inspiren a muchos otros.
En este período que se ha abierto y hasta la Segunda Asamblea del Sínodo, a realizarse en octubre de 2024, tenemos una brillante oportunidad para evidenciar la comunión, la eclesialidad y la «creatividad de la caridad y de la solidaridad» desde la acción fraterna y el compromiso con los más pobres y sus propias iniciativas, con la Casa común, desde la escucha, en mayor comunión y participación para la misión.
Finalmente, la experiencia sinodal-eclesial de la Primera Asamblea del Sínodo Universal se ha realizado en una gran escucha, con gran espíritu de fraternidad, cercanía y amistad, enriquecida con momentos de profunda oración y convencidos que el Espíritu Santo guiaba esta asamblea. Confiamos plenamente que el Espíritu del Señor seguirá guiando a su Iglesia con Pedro y bajo Pedro.
Paz y Bien