Por Fernando Canchon Avellaneda / Doctor en Economía (Honduras)
Algo está cambiando en nuestra Iglesia católica; en estado germinal aparecen los signos que evidencian que algo nuevo nace. A lo largo del año 2021 se realizó la “Primera Asamblea Eclesial” por primera vez en la historia de la Iglesia y en el territorio continental. Una de sus novedades inéditas fue el hecho que los obispos no se reunieran sólo ellos, sino que convocaran a todos los bautizados, rodeándose del pueblo fiel.
El Papa Francisco propuso dar un paso a un proceso más acorde a los tiempos de hoy: llevar a cabo un encuentro «eclesial y sinodal» donde todo el Pueblo de Dios pudiera participar y expresarse, mirando y discerniendo con profundidad la rápida y trascendental evolución de Latinoamérica en los tiempos actuales.
Este grandioso evento, estuvo animado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Su itinerario partió de un amplio proceso de escucha, atendiendo a los clamores del Pueblo de Dios: —laicos y laicas, clérigos, consagrados y consagradas, obispos— a través de distintas plataformas virtuales, dándole una mayor pluralidad de opinión a los debates pastorales.
Su lanzamiento fue en enero de 2021. Tuvo dos momentos estelares. El primero, dedicado a la «consulta» registró una participación sin precedentes entre abril y agosto, del cual tomaron parte formalmente unas 70.000 personas de forma individual, comunitaria y en foros temáticos. Esta experiencia fue inédita y si bien tuvo límites, procuró tener un alcance amplio y dar espacio a los que suelen ser excluidos de la escucha.
El segundo momento, de encuentro y discernimiento con los delegados de las Conferencias Episcopales e invitados especiales, se realizó del 21 al 28 de noviembre, en la ciudad de México. Contó con la participación presencial y virtual de 1.104 representantes de distintos carismas, ministerios, edades, culturas y regiones.
Al cierre del evento los asambleístas propusieron 41 desafíos pastorales para atenderlos como Iglesia; de entre ellos, se priorizaron 12 como los más urgentes. Entre los más reiterativos destacan: [1] reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación; [2] impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial; [3] promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural; [4] incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo; [5] escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados.
Como señaló Mons. Miguel Cabrejos, durante la ceremonia de presentación del documento, quien ha sido uno de los grandes incentivadores de este momento inédito que vivió la Iglesia del continente, “un laboratorio práctico de sinodalidad”, fue algo que levantó “con valentía y de manera profética una barrera, porque en adelante, progresivamente, no será posible evitar la participación del Pueblo de Dios en las diversas decisiones de la Iglesia”, lo que en palabras del presidente del Celam, “favorece la corresponsabilidad, pero al mismo tiempo plantea desafíos”.
Con motivo del primer aniversario de la Asamblea Eclesial, el CELAM, publicó el documento titulado: “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias. Reflexiones y propuestas pastorales a partir de la Primera Asamblea Eclesial”.
En dicho texto, se plantean las Propuestas pastorales y las Líneas de acción fruto del proceso realizado por la Asamblea en sus diversas etapas.
La Asamblea tuvo el gran mérito al haberse realizado justo durante el tiempo de la pandemia COVID-19, que obligó a repensar y replantear vínculos sociales, familiares, eclesiales.
En términos generales, para los participantes en la asamblea, la experiencia fue gratificante. Pudieron participar de un acontecimiento esperanzador para la Iglesia latinoamericana y se atrevieron a soñar con una realidad eclesial sinodal.
Hemos sido testigos de un acontecimiento inédito y original, propio del estilo pastoral de la Iglesia en América Latina y el Caribe, que abre un camino que no se cierra, sino que nos conduce por nuevas sendas a continuar la marcha como Pueblo de Dios peregrino en la historia.