¿Y la misión permanente?

Hace catorce años concluyó la V asamblea del CELAM en la ciudad brasileña de Aparecida. Del importante documento entonces publicado se conservan en la memoria dos compromisos muy importantes: que cada cristiano en este continente se considerara un discípulo – misionero, y que la iglesia se declarara en misión “permanente”.


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¿Qué ha sucedido catorce años después? Pregunta difícil que requiere algunas acotaciones. Es un hecho que los miembros de la gran comunidad católica ni actúan como discípulos misioneros, ni han visto iglesia alguna en misión permanente.

Si de este gran conglomerado nos pasamos a la comunidad practicante, que en México anda en el 37 por ciento de los que se dicen católicos, tal vez los resultados sean los mismos, entonces habría que preguntarse si los laicos comprometidos asumieron y viven estos dos compromisos fundamentales, para luego preguntar lo mismo a los consagrados.

Miedo a la evaluación

Lamentablemente no nos gustan las evaluaciones, mucho menos que nos evalúen, por eso a un proyecto le sigue otro sin que nadie se ponga a valorar primeramente los resultados del anterior, sus logros o sus fallas, y las razones de unos u otras. ¿Cuándo, quién y por qué clausuró la misión que se suponía permanente? ¿Era una utopía que pocos o nadie estaban dispuestos a mantener?

Si así pensaban, no lo dijeron durante la asamblea de Aparecida, o quienes asistieron a ella no dieron después con las formas, medios o recursos para persuadir a los demás de llevar a cabo este proyecto. Por lo mismo, mejor no evaluar, somos demasiado hipersensibles a toda crítica, así que preferimos el borrón y cuenta nueva, para que todo siga igual y nadie se sienta mal.

Una posible razón de estas fallas tal vez sea que las propuestas no fueron acompañadas de una explicación pormenorizada, así como de un método para alcanzar el objetivo. ¿Qué se entiende por misión permanente aquí y ahora? ¿Qué mentalidades se deben cambiar y que actitudes específicas hay que adquirir para lograrla? ¿Qué estructuras tendrían que haberse modificado y cuáles implementado? ¿Qué es un discípulo y por qué no es lo mismo pastor que misionero?

Llamados a no autoengañarnos

Ahora está en puerta una nueva asamblea para realizarse en noviembre de este año, en México, y que se ha denominado “eclesial” ¿Incluirá la indispensable revisión de resultados obtenidos de la de Aparecida? O en favor de la autocomplacencia ¿preparará a algunos laicos y consagrados que den su “testimonio” afirmando que Aparecida les cambió la vida, aunque hace ocho días no supieran ni qué fue eso, o lo tuviesen ya olvidado?

¿La fatalidad marca que habrá un nuevo documento que todo mundo estudiará como quien tiene juguete nuevo, para luego desecharlo en espera de una nueva asamblea?

Si persistimos en engañarnos a nosotros mismos para quedar bien con quién sabe quién, diciendo que todo va viento en popa, seremos semejantes al conductor de un auto que, aun llevando todas las llantas ponchadas, afirma sonriente que nunca había andado tan bien.


Escrito por Pbro. Armando González Escoto, México