¿Pastores o misioneros?

Las enseñanzas del documento de Aparecida seguirán siendo una utopía mientras los cristianos de este continente no nos decidamos a ponerlas en práctica. Hay otro camino, dar por superadas dichas enseñanzas, es decir, cambiar de tema, y lanzarse a una nueva asamblea que produzca un nuevo documento, acaso menos utópico, acaso también menos profético. Cuando una persona piensa que se está muriendo lo único que desea es que la dejen “descansar en paz”.


Te invitamos a participar del Proceso de Escucha ingresando en https://asambleaeclesial.lat/escucha/


En contraparte, las sociedades exitosas no son las que planean mucho, una y otra vez, sino las que son capaces de poner en práctica un proyecto definido y no lo dejan hasta que logran sus objetivos, de manera que más que nuevos proyectos lo que hacen es actualizar el que consideran efectivo, evaluarlo constantemente, contrastarlo con la realidad, enriquecerlo con nuevos aportes.

Actitudes del discípulo misionero

Desde la visión del documento de Aparecida, se hacía indispensable cambiar notablemente la autocomprensión del cristiano en la Iglesia y en el mundo, lo mismo de los laicos que de las personas consagradas, y construir una nueva identidad más acorde con los nuevos tiempos, la del discípulo-misionero.

La identidad de un discípulo es de búsqueda y continuo aprendizaje, ningún curso es suficiente, ningún “título” pone fin al esfuerzo de seguir aprendiendo, si bien, su aprendizaje se alinea invariablemente en orden a los objetivos que busca alcanzar en la vida.

Tener mentalidad y actitudes de misionero supone en primer lugar aceptar que de pronto la gran sociedad se ha vuelto nuevamente territorio de misión, que seguramente se puede seguir siendo pastor de una pequeña comunidad, pero que para atraer a la sociedad secularizada y mayoritaria se requieren las estrategias y los métodos propios del misionero.

Frente al nuevo sacerdote que espera lo destinen a cuidar a una comunidad ya establecida, el misionero va más bien a construir esa comunidad, muchas veces partiendo de cero, o lo que es peor, partiendo de los innumerables prejuicios que la inercia del catolicismo meramente cultural ha dejado en las nuevas generaciones.

La visión pastoral de Aparecida

Si durante los últimos trece años se han seguido ordenando sacerdotes con mentalidad de pastores, no de misioneros, no está del todo mal, ya que comunidades cristianas que requieren pastor, las hay y son muchas.

Pero la visión de Aparecida iba más allá de las comunidades practicantes establecidas, que en toda América Latina representan hoy día mucho menos del 40 %  de la población católica.

En contraparte, la población religiosa no practicante anda por el 60%, a lo cual se añade hasta un 12% de individuos que afirma no tener ninguna religión, es decir, cerca de 100 millones de personas.

Para evangelizar a este enorme conglomerado social, se requiere, en efecto, de misioneros de muy alto nivel, como los que tuvo América en el siglo XVI, y que hoy yacen en el olvido. Tendríamos que preguntarnos en qué seminarios de nuestro continente se están formando estos discípulos-misioneros.


Escrito por Pbro. Armando González Escoto, México.