La palabra “moda” viene del francés, donde significa medida, y más coloquialmente, estilo transitorio de hablar o vestir asumido por una mayoría; se trata por lo tanto de una realidad alimentada de dos fuentes, la subjetividad y el mimetismo para construir una forma transitoria, volátil, que no exige de convicciones profundas ni de compromisos duraderos, aunque haya personas que de por vida se vistan de la misma manera.
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Por lo mismo esta palabra no debería aplicarse a la pastoral, pero se hace porque en la práctica sucede, veamos.
Confundir las convicciones con modas constituye un grave error de juicio, pero justamente las convicciones pueden volverse asunto de modas cuando no logran convertirse en verdaderas convicciones, así nos explicamos el que, para muchos jóvenes, los principios, valores y conductas de la gente mayor, sea algo que se usaba “en su tiempo”, es decir, era como una moda que ya pasó.
Pero resulta que a veces en la propia Iglesia las metas, los ideales, los medios, las actitudes deseadas, acaban siendo modas inauguradas por un determinado documento, que luego, al fin modas, se dejan por otras.
Superar las modas
En 1979 se tuvo en la ciudad de Puebla una asamblea del episcopado latinoamericano, los obispos ahí reunidos, se comprometieron con un principio que debería producir una actitud y un compromiso: “la opción preferencial por los pobres”.
Al paso de los años descubrimos que no era más que una moda, o que lo convertimos en una moda, porque finalmente se desgastó, se redujo a un hermoso ideal, apto para escribirlo y ponerlo en un cuadro.
La asamblea tenida en Santo Domingo, en 1992, hizo suyo el ideal pontificio de “la nueva evangelización”, objetivo más neutral, del que hasta el presente se habla una y otra vez, sin que la nueva evangelización se logre ver, o se sepa con claridad en que consista, toda vez que la Iglesia en todo su conjunto sigue siendo la misma que emanó del Concilio Vaticano II, concluido en el lejano año de 1965.
En 1999, una nueva asamblea generó el documento “Iglesia en América”, cuyo tema fundamental fue “el encuentro con Jesucristo”.
El encuentro con Jesucristo ha tenido, históricamente dos vías, el encuentro vivo y personal que trae consigo la experiencia de la conversión, y el encuentro a través del estudio, de los muchos libros y años de aprendizaje, que generan personas profundamente convencidas de la verdad de la fe, pero no necesariamente comprometidas con vivirla, pues una cosa es el cerebro y otra el corazón. Si la vía que predomina es la de las solas convicciones mentales, nada cambia ni cambiará, ni habrá nueva evangelización que valga.
Ya sabemos lo que ha pasado con el tema de Aparecida, eso de ser “discípulos misioneros”, lamentablemente, una moda más ¿pasará lo mismo con los resultados de la próxima asamblea eclesial que habrá en México? Sin duda, a menos que dejemos reducir a modas pastorales lo que deben ser convicciones.
Escrito por Pbro. Armando González Escoto (México). Vicario en la Basílica del Santísimo Sacramento en Guadalajara. Académico e investigador de la Universidad del Valle de Atemajac. Cronista de la Ciudad de Guadalajara. Correo: armando.gon@univa.mx